domingo, 21 de febrero de 2016

Viejos escritos

El veneno del resentimiento

RESENTIMIENTO OBJETIVO, EXAGERADO O IMAGINARIO

La ofensa que causa resentimientos puede presentarse, en primer lugar, como acción de alguien contra mí: cuando me agreden físicamente, me insultan o me calumnian. En segundo lugar, en forma de omisión: cuando no recibo lo que esperaba, como una invitación, un agradecimiento por el servicio prestado o el reconocimiento por el esfuerzo realizado. En tercer lugar, atribuyo la ofensa menos a una persona determinada como en los casos de la acción o la omisión y más a las circunstancias: se puede estar resentido por la situación socioeconómica personal, por algún defecto físico, o por las enfermedades que se padecen y no se aceptan.

En cualquiera de los casos, el estímulo que provoca la reacción de resentimiento puede ser real y ser juzgado por el sujeto con objetividad. Puede tener fundamento real pero estar exagerado por el sujeto, como aquél que considera que recibió un golpe de graves consecuencias cuando apenas lo tocaron, o el que piensa que nunca le agradecen sus servicios porque en una ocasión concreta no le dieron las gracias, o quien se considera invadido de cáncer cuando sólo tiene un tumor incipiente. Finalmente, la reacción puede responder a un estímulo imaginario, como el que interpreta una frase desagradable como un intento de difamación, o el que no recibe el saludo de alguien que tal vez ni siquiera lo vio y lo traduce como desprecio, o el que se considera marginado socialmente por culpa de los demás. Todas estas variantes muestran, por lo pronto, en qué medida el resentimiento depende del modo como se mire una misma realidad o, más concretamente, de cómo se juzguen las ofensas recibidas con objetividad, exageradamente o de forma imaginaria, y explican el que muchos resentimientos sean completamente gratuitos, porque dependen de la propia subjetividad que se aparta de la realidad, exagerando o imaginando situaciones o hechos que no se han producido o no estaban en la intención de nadie.
LA INTELIGENCIA AL AUXILIO

Sin embargo, estas dificultades no son insuperables si hacemos buen uso de nuestra capacidad de pensar. El conocimiento propio, mediante la reflexión periódica sobre nosotros mismos, por ejemplo, nos permite ir conectando las manifestaciones de nuestros resentimientos con las causas que los originan y, en esta medida, nos vamos encontrando en condiciones de entender lo que nos pasa, lo cual favorecerá la solución posterior. Si al analizar los agravios recibidos hacemos un esfuerzo por comprender la forma de actuar del ofensor y por descubrir los atenuantes de su modo de proceder, nuestra reacción negativa no sólo no quedará reforzada por tales consideraciones, sino que en muchos casos desaparecerá por debilitamiento del estímulo; cuando un hijo recibe una reprensión de su padre porque se portó mal, si es capaz de entender la intención del padre que sólo busca ayudarle mediante esa llamada de atención, podrá incluso quedar agradecido. Esto refleja en qué medida nuestra inteligencia puede influir, descubriendo motivos o proporcionando razones, para evitar o eliminar los resentimientos. Se trata de una influencia indirecta Aristóteles hablaba de un dominio político y no despótico de lo racional sobre lo sensible, que modifica las disposiciones afectivas y favorece la desaparición del veneno. Esto es especialmente claro en los casos en los que la supuesta ofensa se interpretó inicialmente de manera exagerada o imaginaria.
ANTE LA PRESIÓN DE LOS AGRAVIOS

Entender la naturaleza del resentimiento, decíamos, es el primer paso para poder evitarlo o eliminarlo en caso de que ya esté presente. Resumamos lo dicho: se trata de un sentimiento que aparece como reacción emocional negativa ante un estímulo que es percibido como ofensa al propio yo y que permanece en el interior del sujeto, de manera que se vuelve a vivenciar, a sentir una y otra vez (se re-siente). El estímulo que lo provoca puede ser una acción, una omisión o una circunstancia, percibidas objetivamente, de manera exagerada o incluso imaginaria. Cuando la reacción ante la agresión es puramente pasiva se expresa con el verbo sentirse, mientras que el resentimiento propiamente dicho incluye el aspecto activo de intentar vengarse o reivindicarse.
Enviado por Serafin el 02/09/2014 a las 0:39

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